2019

Letras Nº19

Humor

 

Artículo

Pepe Viyuela

Mi payaso nace del fracaso y convive con él.

Entrevista realizada por Carmen Bermúdez

Elegimos el tema del humor, partiendo del artículo de Freud El chiste y su relación con lo inconsciente, en el que considera al chiste como una formación del Inconsciente, al igual que lo son el sueño, el acto fallido, el lapsus linguae, y, por supuesto, el síntoma. Y a partir de él, Lacan y los psicoanalistas que seguimos sus enseñanzas encontramos en el juego de palabras, en la equivocidad del lenguaje y otros modos de manifestarse el humor, una manera de acceder al inconsciente más espontánea que en el resto de dichas formaciones. Para conversar sobre este tema hemos elegido al polifacético actor Pepe Viyuela.

 

Tras hacer un recorrido por las distintas manifestaciones artísticas en las que has trabajado nos preguntamos, en primer lugar, cómo surgió en ti la vocación actoral que, más adelante, se concretó en la elección por el payaso.

Al teatro llegué como un juego. En el colegio y en el instituto se hacían actividades relacionadas con el teatro. Siempre me atrajeron de forma intuitiva, porque en mi familia no hubo actores, nadie se dedicó a esta profesión. Entonces empecé a jugar, a hacer teatro y siempre he intentado que eso fuera lo que me mantuviera vinculado a ella: la idea del juego, la posibilidad del desdoblamiento, de jugar a ser otro, de convertirme y de pensar desde el punto de vista de otro, lo que tiene que ver con el carnaval, con la transformación, con la máscara, con la posibilidad de explorar otros puntos de vista. Eso me pareció desde el principio muy interesante. Me interesó esa posibilidad de entrar en el mundo de lo ficticio, y esa confusión entre lo irreal y lo que podríamos llamar real, aunque habría que preguntarse qué es realmente lo real.
Esa sensación de juego me ha ido alimentando durante toda mi vida, es lo que he perseguido siempre, y de hecho lo sigo persiguiendo. Cuando se me olvida y me confundo con otras cosas como la vanidad o el éxito, siento que me estoy perdiendo, que tengo que volver a recuperar el juego. Me interesa mucho el proceso creativo, los ensayos, todo lo que tiene que ver con la representación diaria y la posibilidad de explorar cada día ese viaje que es para mí cada una de las funciones y cada uno de los personajes en los que me meto y con los que juego. La palabra juego para mí es un concepto fundamental en esta experiencia. Al humor llego después.

 

O sea que esto del juego es previo.

 Sí, cuando hacía teatro en el instituto no buscábamos hacer reír, buscábamos jugar. Nuestros juguetes eran Sartre, Boris Vian, Albert Camus. Éramos muy existencialistas. También estábamos guiados por los profesores. Pero nos interesaban todos aquellos temas tan profundos, tan hondos.

 

Sin embargo, en los actuales planes de estudio está casi desapareciendo la filosofía….

Lo están intentando, pero no lo van a conseguir, es algo que va a reverdecer permanentemente, entre los adoquines crece la hierba y entre estos adoquines que dirigen la política educativa yo creo que también va a surgir inevitablemente, porque tenemos inquietudes. Como te decía al humor llegué después. Yo diría que llegué por necesidad. Tras mis primeras clases de teatro, comencé la carrera de Filosofía y los dos últimos años de la carrera los compaginé con los dos primeros de arte dramático en la RESAD. Cuando terminé arte dramático y empecé a buscar trabajo había una demanda social de humor, era muy evidente en todos los sitios a los que iba a ofrecer mis servicios de actor. En los años ochenta había una efervescencia cultural muy importante, muy viva. Se podía trabajar en la calle, en pequeñas salas que empezaban a surgir, las salas alternativas, y cuando buscaba trabajo siempre había una pregunta recurrente: si hacía humor. Yo no me lo había planteado hasta ese momento, pero ya había una puerta de entrada a la escena a través del humor. Me planteé empezar a buscar dentro de mis posibilidades, de mi configuración física y mi imaginario, por dónde lo podría llevar y me pregunté qué me hacía gracia, qué me podría interesar y encontré textos que había leído de Mihura, de Jardiel, en la revista La Codorniz, que durante la dictadura resultaba casi subversiva. Me interesaba tocar en puntos delicados políticos, sociales y pensé que esa era una veta. Desde Gómez de la Serna hasta llegar a humoristas como Gila, Tip y Coll o Faemino y Cansado. 

Pero no me veía yo dentro del humor verbal sino más bien en el humor gestual y me acordé de otros referentes humorísticos, pilares básicos, de lo cual quizás no había sido consciente en mi elección, gente que me había hecho reír mucho, Chaplin, Buster Keaton, Harold Lloyd, los grandes maestros de la expresión y del cine cómico mudo. Y pensé en crear un personaje que tuviera que ver con eso.Hubo uno que me influyó mucho en la infancia, Charlie Rivel, nuestro conocidísimo payaso internacional, y concretamente un número que realizaba con una silla y una guitarra. No analicé por qué aquello me había impactado tanto, pero quizás con el paso del tiempo me he dado cuenta de que lo que me fascinaba de aquel trabajo era la simplicidad de donde nacía; de unos objetos muy simples, muy cotidianos. Charlie Rivel hacía reír con una guitarra y con una silla, con la incapacidad de su personaje para hacerse con esos objetos y me interesó ese campo. Empecé a explorar ese rasgo de la incapacidad del ser humano para hacer las cosas bien, para que le salgan bien. Y de ahí nació mi payaso, de la idea de la torpeza, del fracaso constante, y de la idea de la resistencia ante ese fracaso. La verdad es que, cuando empecé a trabajar, yo no me autodenominaba payaso. Era un personaje mudo, que se relacionaba con objetos del tipo que fuera, un periódico, una chaqueta, una linterna, una tabla de planchar, una escalera, y que se enredaba con esos objetos y quedaba envuelto y, a veces, derrotado por la lucha contra ellos. Sencillamente era un personaje que fracasaba y funcionaba. Me di cuenta de que había una respuesta por parte del público muy favorable. A la gente le gustaba ver a alguien fracasando. De alguna manera proyectaban sobre él su propia sensación de fracaso y de frustración ante las cosas. Y funcionó. Y aquel personaje dejó, en un principio, en segundo plano mi veta dramática, porque fue de lo que yo empecé a poder comer. Esa intuición, esa demanda social de humor era cierta. Y empecé a tener trabajo en televisión, en teatros. Y me di cuenta de que el humor, aparte de ser muy útil para ganarme la vida, tenía muchas posibilidades como herramienta social. Cuando ya llevaba unos años haciendo humor, haciendo el payaso, empecé a darme cuenta de lo bien que lo pasaba y lo bien que se lo pasaba la gente viendo aquel personaje.
Entonces aparecieron en mi vida Payasos sin Fronteras y, sin tener ni demasiada fe ni demasiada confianza en que aquello pudiera funcionar, me interesó la conexión entre el humor y el sufrimiento, el humor en hospitales, en campos de refugiados, en zonas de conflicto. Nunca me lo había planteado. Siempre había pensado el humor como algo casi superficial, algo que está presente en nuestra vida y que nos hace pasar ratos divertidos, pero de lo cual podemos prescindir, casi un artículo de lujo. Se puede vivir sin joyas, sin abrigos y zapatos caros, pero de pronto descubrí que el humor no era un objeto de lujo, sino que era un bien de primera necesidad, un derecho fundamental del ser humano y una especie de salvavidas. En situaciones de emergencia, de dolor profundo, el humor deja de ser algo superficial y se convierte en algo que nos ayuda a salir del agujero.

 

 Todo esto nos va llevando a algunas cuestiones que habíamos pensado. Entre tu gran versatilidad hemos sabido que has participado en la interesante exposición sobre Humor absurdo, en el Centro de Arte Dos de Mayo de Móstoles y también nos ha interesado tu incursión en la poesía.

Animado por un gran amigo recopilé poemas que garabateaba en un papel y hasta ahora he publicado Bestiario de circo, Bestiario de teatro, La luz en la memoria, escrito a raíz de la muerte de mi padre, Silenciario, que es más metafísico, otro titulado Amarte sin saber, que es una colección de poemas de distintas procedencias y este que me muestras, Las letras de tu nombre.

 

Leyendo algunos de los poemas de este último, concretamente en “Dejar pasar de largo la tristeza”, encontramos cómo transmites algo de lo que Freud nos enseñó con sus conceptos de la pulsión de vida y la pulsión de muerte.

 …No es que no me guste la tristeza,
en alguna ocasión hasta he dormido con ella, y no nos fue del todo mal.
soñamos melodías, paisajes amarillos…
pero cuando amanece no la quiero a mi lado,
me esconde las sandalias
y me elige la ropa más oscura.
Y hoy tengo decidido pasear,
exponerme a la lluvia y a ese viento
que desde ayer arrasa la ciudad.
Hoy tengo decidido ser un hombre
sin miedo a la aflicción

 

El humor, a mi entender, es un antídoto fundamental contra el miedo. Cuando sentimos miedo, casi de una forma impulsiva, intuitiva, buscamos el humor. La muerte, la enfermedad nos suele apretar, nos anula, nos oscurece, pero hay algo en el fondo de nosotros, como una especie de placa tectónica que está a punto de provocar un terremoto, y estamos tentados enseguida de hacer un chiste, en un funeral, ante nuestra propia enfermedad, ante nuestro propio fracaso, ante un descalabro económico. Cuando hay algún tipo de catástrofe o acto luctuoso, inmediatamente empiezan a aparecer en las redes sociales chistes, que pueden parecer de mal gusto, pero que creo que obedecen a una necesidad de sacudirnos ese miedo a mirar de frente y decir “es que me puedo reír de ti y eso es lo que me va a permitir seguir adelante, no es que no tenga respeto, es que no quiero tener miedo”. Si tengo miedo me anulo y dejo de poder levantarme, como dice el poema. No quiero salir a la calle con miedo. Por ejemplo, ahora que estamos inmersos en el tema del coronavirus, no paramos de ver chistes relacionados con esta enfermedad que desconocemos. Probablemente el artículo de Freud, “El chiste y su relación con lo inconsciente”, nos ayudaría a comprender este fenómeno. Yo he ido encontrando en el humor esa capacidad de bromear sobre aquello que más nos aterroriza, tanto individual como socialmente para responder a situaciones de miedo.

Cuando un bufón es capaz de enfrentarse al poder y reírse de él está haciendo algo que va más allá de su propia capacidad, está mostrando que también nos podemos reír y que debemos incluso reírnos del poderoso. Y cuando vemos a alguien ante una situación difícil, complicada, trágica, demostrar sentido del humor, de pronto hay algo que nos hace reaccionar positivamente. Nos hace sentirnos más poderosos. Incluso toda esta tradición de persecución y de censura. En las iglesias se prohíbe reír, el silencio es constante. En los congresos de todo tipo hay una invocación a la seriedad: “seamos serios”, “pocas bromas con esto”.

 

También se dice “No seas payaso”

Efectivamente, ser payaso se considera algo peyorativo. Hay siempre una llamada permanente a la seriedad, a la corrección, a la formalidad. Se tiende a evitar esa dispersión que provoca el humor porque el humor es subversión, es más ligero y permite vivir mejor. Pero siempre quienes quieren tenerlo todo controlado prefieren que no se bromee, que no haya risas. Se intenta acogotar al que bromea.
Y el humor siempre va a estar presente. Por ejemplo, en la época de la dictadura en España algunos humoristas fueron referentes del pensamiento. A través del humor se buscaba a veces esa doble lectura de las viñetas o artículos que se escribían. Está presente en nuestra vida. El Quijote creo que es uno de los mejores ejemplos de humor en nuestra literatura, y parece un libro aparentemente serio, pero está lleno de humor.

 

En psicoanálisis el humor es a veces una forma de intervención

 

En mi profesión pude comprobarlo con mi experiencia con Payasos sin Fronteras. Al principio tenía mis dudas. Necesité verlo con mis propios ojos. Hice un viaje a Kosovo después de la guerra y pensaba “¿qué pinto yo aquí?” y descubrí cómo la gente se agarraba fuertemente a un espectáculo de humor y lo agradecía. Se reían más que aquí. Allí ver a un tipo hacer el tonto con una silla era un acontecimiento. Refugiados con situaciones muy dolorosas en la familia, muertes, violaciones, fusilamientos, bombardeos, niños viviendo el trauma de un conflicto y, de pronto, en su vida aparecía un payaso, en torno al cual se congregaba la comunidad para invocar un momento feliz y conseguían reír juntos. Esto ejercía una especie de efecto catártico y revitalizador, no se reía solo en ese instante sino que había una proyección de futuro, de esperanza, que se traducía de un modo muy simple. Como si pudieran pensar: “si en este momento tan duro soy capaz de reír es porque hay una posibilidad de cambio en mí que quizás no había detectado”. Cuando estás hundido piensas que no vas a salir nunca del agujero, pero cuando de repente te sientes reír, dices “estoy riendo ahora en este momento tan duro de mi vida, lo cual me está indicando, que hay mañana”.

 

 

Que no has perdido esa capacidad….

Claro, y esos niños, a los que hacía mucho que no veían reír, ríen, juegan, los ven más sanos. Sienten que esa generación, que les va a permitir continuar, vuelve a reír y pueden seguir jugando, porque la guerra no es el fin, sino que pueden reverdecer, siguiendo con la metáfora de la hierba que crece bajo los adoquines.

 

La risa es patrimonio del ser humano

Nosotros solicitamos a Naciones Unidas que declarara la risa como patrimonio inmaterial de la Humanidad. No nos hicieron caso, pero llegamos a elaborar un documento, a presentarlo y a destinar parte de los fondos de la asociación, que nunca han sido muchos, a hacer una campaña a favor de la risa. Porque la risa no es solamente ese momento aparentemente frívolo, sino que es una necesidad y no deberíamos privar a nadie de ella. Cuando se priva a alguien de esa capacidad de reírse hablamos de privarle de su libertad, de su capacidad para expresarse. La risa es, efectivamente, un bien inmaterial de incalculable valor.

 

Sería una de las manifestaciones de la pulsión de vida que contrarresta esa deriva hacia la muerte

Yo creo firmemente que la risa, el humor, es una herramienta para cambiar las relaciones y para superar traumas, pero cuando hablo de cambiar las relaciones entiendo que, en una mesa de negociación, del tipo que sea, sin humor es mucho más difícil alcanzar acuerdos que con humor. Aunque sea una frase manida, una sonrisa es el camino más cercano para tender puentes entre dos personas que no se conocen, abre una puerta al diálogo, a la comodidad, hace relajarse, no sentirse tan cohibido. Con el buen humor uno no solamente vive mejor, sino que facilita la vida de los demás.

 

¿Cuándo dices que elegiste dentro del humor lo corporal y no la palabra ¿qué diferencia encuentras?

Con el lenguaje uno añade un componente más racional. Hay un discurso, una serie de juegos de palabras, una construcción lingüística, como se puede ver, por ejemplo, en los monólogos de Gila, en los diálogos de Tip y Coll, en las comedias de Woody Allen. Mientras que en la gestualidad hay algo más primitivo. El tropiezo, por ejemplo, es comprendido en cualquier cultura. Un personaje que tropieza, que fracasa, que se cae al suelo es más universal. El humor verbal tiene un componente más local porque está más referido a quienes comprenden esa lengua. Mientras que el humor visual, gestual, es muchísimo más accesible. Alguien tropezando provoca risa en la mayor parte del mundo. De hecho, los grandes cómicos del cine mudo se conocen en todo el mundo: Chaplin, Buster Keaton, Roward Atkinson, Mr. Bean. Es un humor muchísimo más accesible y más universal que funciona en todas las culturas.

En relación al montaje teatral de Esperando a Godot que estás representando en este momento, que a veces se toma como ejemplo de teatro del absurdo, decías en una entrevista que no hay nada más absurdo que la vida…

 

Se toma esta obra como un exponente del teatro del absurdo, como si el absurdo fuera algo ajeno a la vida y solamente perteneciera a la ficción y al teatro. Basta dar un paso para darse cuenta de lo absurdo de vivir, de la falta de sentido que tiene cualquiera de las cosas que hacemos, más allá del que pueda tener para satisfacernos, o llenar huecos de silencio y de vacío, que es lo que están haciendo los personajes de Esperando a Godot. Vemos a los protagonistas en escena intentando encontrar juegos, estímulos para vivir: “hablemos de nosotros”, “conversemos”, “démonos un beso”, disertan sobre los zapatos, hablan sobre la luna, todo el tiempo están intentando llenar un silencio que son incapaces de soportar.
Si lo trasladamos a nuestra vida, podemos darnos cuenta de que eso es lo que estamos haciendo. Creo que eso es lo que está intentando contarnos Beckett con esta función. No se lo inventa ni se lo saca de la manga, sino que ese absurdo lo ha visto y lo vemos. ¿Qué puede haber más absurdo que dedicar quince horas al día a trabajar en algo que no te gusta y por un sueldo ínfimo durante toda tu vida? Es la forma que se tiene de sobrevivir. Son cosas absurdas que el teatro simplemente las refleja, no se las inventa.
En Esperando a Godot se plantea desde el principio que no hay nada que hacer, que vamos a salir con los pies por delante. Pero mientras estemos ¿qué podemos hacer?, algo habrá que hacer para mantenernos a flote, por supervivencia. A veces los personajes quieren abandonar, separarse, pero saben que más allá de esa relación existe más dolor: le van a pegar, se va a encontrar solo y va a tener la necesidad de volver. Hay esperanza en esa aparente tragedia. Y hay un momento muy divertido cuando Estragón va a abandonar el escenario una vez más, diciendo, “Yo me voy”, y Vladimir le dice “Siempre dices lo mismo y siempre vuelves”. Y se detiene y dice “Siempre vuelvo, porque te necesito”. Eso es muy trágico, pero también es muy esperanzador. Saber que los otros, que pueden ser nuestra perdición o nuestro laberinto más cercano, de pronto es lo único que tenemos, pero también es lo que nos permite volar. Hay humor y donde hay humor hay esperanza. Cuando se pierde, todo se oscurece.

 

Has hecho también una película sobre Marcelino, un payaso español muy reconocido en todo el mundo, que al final de sus días se suicidó

 Fue un niño rechazado, expulsado del seno familiar, un hombre muy solo que quizás en el escenario fue donde desarrolló su talento imaginativo, vital, y encontró un lugar. Pero llegó un momento en que el escenario le abandonó y no tuvo espacio. 

Hay una idea imaginaria que conecta al payaso con la idea de la muerte y seguramente los payasos nos dan tanto miedo porque, más allá de su aparente ingenuidad, son seres extrahumanos, ya sea por la máscara o por la pintura, pero incluso sin ella representa una especie de invocador de la risa, de aquello que está dentro de nosotros y que él pretende extraer, que son esos síntomas de felicidad. Tiene algo que ver con el brujo de la tribu. Si uno investiga en la figura del payaso en otras culturas, incluso en la nuestra, encuentra que tiene mucho que ver con la idea del chamán. Esto está muy cerca también de dar miedo: las meigas, los brujos, los chamanes, los magos.

 

Los psicoanalistas….

Pues también (se ríe), uno también acaba encontrando las conexiones. Tengo yo que leer a Freud.

 

 

Pepe Viyuela

Actor y payaso. Licenciado en Filosofía y Arte Dramático. Ha desarrollado su carrera fundamentalmente en el teatro y también trabaja en cine y televisión. Es miembro de la ONG Payasos sin Fronteras con la que ha viajado a numerosos lugares en conflicto. Es autor de seis libros de poemas. Ha obtenido el Premio Internacional de Poesía “Margarita Hierro”, un premio Ondas y un Max por su trabajo como actor y cómico.

E-mail: viyuela@gmail.com (PONEMOS UN EMAIL PERSONAL EN ABIERTO???)

Entrevista de Carmen Bermúdez

Psicoanalista en Madrid. Miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis.
E-mail: bermudezgarcia@gmail.com 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Autores en este número

 

DOSSIER

El hombre de los escarabajos. Un caso inédito de Freud
Vicente Palomera

Humor y verdad
Mario Coll

Humor e ironía, dos modos de tratar lo real
Concha Lechón

¿Hay alguien?
Gustavo Dessal

Emergencia de un sentido
Alejandro Tolosa

La pareja síntoma de Joyce y Nora
Jean-Louis Gault

 

PASE

De la indignación de sí a la dignidad del sinthome
Alejandro Reinoso

Soltar la voz
Irene Kuperwajs

La Mala y la Angelita
Lidia Ramírez

El pase y una lógica más próxima a lo real
Silvia Salman

 

CIUDAD

Teatro del absurdo: una experiencia del sinsentido de la vida
Elena Catania y Concha Miguélez

Pepe Viyuela. Mi payaso nace del fracaso y convive con él.
Entrevista realizada por Carmen Bermúdez

El menos común de los sentidos
Hope McSand

Verso desasido
Pío Zelaya

 

CITAS CON EL HUMOR

Alberti, la melena al viento
Miriam Chang

Humorismo
María Navarro

Siri
Carmen Cuñat
Borges en Dolores, provincia de Buenos Aires
Oscar Strada

Interferencia en la conexión
Aisha Wizuete

Un sueño chistoso
Araceli Fuentes

La risa no pregunta
Jaime Cortés