2017
Letras Nº14
a-dicciones, goces y palabras
Artículo
Tute
¡Denle bola a los poetas!
Entrevista realizada por Blanca Cervera y Celeste Stecco
Juan Matías Loiseau, Tute, es artista. El humor gráfico es el campo en el que tiene lugar su arte. El dibujo y el humor se convierten en una vía regia para bordear eso que escapa al saber: el Otro sexo, la muerte, la vida… Ahí donde no hay, nos encontramos con su saber hacer, singular.
Te invitamos a conversar en nuestra sección de Letras en la Ciudad. Se trata de un espacio que propicia el encuentro y la conversación del discurso analítico con otros discursos, donde, más allá de las diferencias, se encuentran. De alguna manera seguimos la enseñanza de Lacan cuando propuso a los psicoanalistas “dejarse enseñar por los artistas”…
¡Denle bola a los poetas!
¡Sí! ¡Cuando es así, las cosas para el psicoanálisis van mejor!
¿Cómo fue tu comienzo con el dibujo?
A los dos años. El dibujo es el primer modo que uno encuentra para expresarse, es la primera forma artística, es lo que está antes de la escritura. De hecho, a mí los dibujos que más me gustan son los de los más chiquitos, que con los primeros palotes ya están diciendo un montón de cosas. No hay dibujo inocente. Entonces, el dibujo es el primer lenguaje artístico que tenemos, y luego algunos continuamos dibujando.
En mi casa el dibujo tenía un lugar muy importante. Mi padre fue dibujante y humorista gráfico, y mi madre artista plástica, por lo cual tanto a mis hermanos como a mí nos pusieron al alcance de la mano todos los elementos para dibujar.
– ¿Cómo nombrarías lo que haces?
No lo nombraría, no me interesa mucho nombrar lo que hago. Yo me siento cómodo en libertad, como un artista polifacético. El dibujo es mi actividad troncal pero no es la única, puedo hacer lo que me venga en gana. Es algo que tiene que ver con el deseo. Si a los trece años me hubieran preguntado si me imaginaba escribiendo poesía, poesía en tanto versos encolumnados, te hubiera dicho que no, y a los diecisiete estaba escribiendo versos con una pasión increíble, y edité algunos libritos. Y lo mismo me pasó después con el cine, con la televisión, con la novela gráfica… Fue vertiginoso.
En una entrevista decías: “podría renunciar a dibujar pero jamás podría dejar de contar historias”
Exacto. Lo que cambia es el vehículo, el soporte. Puede ser la historieta, la novela gráfica, la poesía, o puede ser la canción. Hace unos años vino un amigo cantante de tango que tenía unas músicas y me dijo: “¿Te animás a ponerle letra?”. Dije, bueno, hagamos un ensayo. Y me entusiasmé tanto que me encontré con que tenía cierta facilidad para escribir las canciones, quizás por haber pasado por la poesía, por utilizarla dentro de la historieta. Terminamos haciendo un disco de tangos juntos. Esto fue hace unos cuantos años, pero me quedó la música en la cabeza, tanto que muchas veces me despertaba con melodías propias. Entonces empecé a armar un material enteramente mío, de letra y música, y convoqué a grandes músicos a que tocaran mis canciones, las cantaran, las interpretaran, y grabé un disco que voy a presentar ahora que se llama Canciones dibujadas. Es un proyecto audiovisual que además de tener canciones con letra y música mías, tiene videos clips animados, algunos con mis dibujos y otros de otros dibujantes que convoqué para este proyecto.
Si me hubieras preguntado hace quince años si me imaginaba en el mundo de la música, te hubiese dicho que no. Ese era el mundo de mi hermano, otro universo que yo consumía con mi escucha, pero en el que nunca me imaginé escribiendo canciones ni mucho menos componiendo la melodía. Así que me siento un artista en este sentido, en el punto que me he dedicado, me dedico y espero seguir dedicándome a perseguir deseos.
¿El hilo conductor sería el contar historias?
Sí. A veces esas historias son interrogantes, son preguntas, la búsqueda de una respuesta, la presentación de algunos fantasmas, de miedos… hay de todo. Uno habla siempre de las mismas cosas, sea en canciones, cuadros, videoclips o poemas, uno habla más o menos siempre de las mismas cosas.
El título de tu novela gráfica es: Dios, el hombre, el amor y dos o tres cosas más…
Sí. Era la primera vez que hacía un libro desde cero, un libro que no era un recopilatorio del material publicado anteriormente en los medios. No sabía qué título ponerle ya que el libro es muy variopinto y diverso. No es una novela tradicional, con personajes que se desarrollan en una historia y que tiene que ver con un contar previo, sino que es una especie de gran improvisación humorística sin previo boceto. Lo que hice fue agarrar trescientas páginas y empezar a dibujarlas sin pensar hacia donde iba, con una colaboración muy importante del inconsciente, impulsado por las ideas inconscientes, que es como suelo trabajar muchas de las páginas dominicales. La novela fue armándose en tiempo real y con personajes que me iban sorprendiendo a mí mismo.
¿Cómo es tu relación al inconsciente? ¿Qué lugar tiene en tu proceso creativo?
Para mí es importante. Hace muchos años abandoné en las páginas dominicales el lápiz previo, la idea clásica de pensar una idea, dibujarla a modo de boceto y después pasarla a un papel donde se formaliza y se pasa a tinta. Todo eso me empezó a aburrir profundamente, y me empezó a gustar más lo que quedaba en el tablero que lo que se publicaba. Había algo en ese boceto que se diluía en la formalización de la idea. Entonces empecé a escanear los bocetos, las páginas en las que yo bocetaba, ya que en esas hojas encontraba una potencia gestual hija de la espontaneidad con la que uno hace esos dibujos casi sin poner la conciencia en juego, que son mucho más interesantes. Eran trazos torpes, trazos con errores, pero más auténticos. Las páginas dominicales están hechas así, tengo una punta, una idea, arranco y después veo hacia donde voy. A veces voy por la mitad de la página y no sé cómo va a terminar, voy tomando decisiones a medida que se van haciendo los dibujitos. Tienen mucho que ver con esos dibujitos que uno solía hacer en la época de los teléfonos con cable, que uno se ponía a dibujar mientras charlaba. Esos dibujitos siempre los encontré muy reveladores porque son profundamente inconscientes. Uno está hablando de algo mientras va dibujando inconscientemente alguna cosa, después, cuando uno observa esos dibujos, puede encontrar algunas cuestiones que no estaban en la superficie.
El valor de lo inesperado, lo que aparece ahí con lo que uno no contaba
¡Exactamente! ¡Eso tiene el inconsciente! Eso creo del inconsciente, que siempre está uno o dos pasos por delante de uno, de la conciencia. Aparece siempre como ideas reveladoras para uno mismo.
El humor es algo muy importante en psicoanálisis. Freud le dio al humor, y especialmente al chiste, un lugar fundamental en su obra. Él decía que el humor era un modo de acercarse a ese mundo que parece tan peligroso… Esto hace que en psicoanálisis nos tomemos el humor en serio. ¿De qué se trata, para ti?
Es muchas cosas, cualquier definición que yo hiciera del humor sería incompleta y provisoria, pero sí puedo decir que el humor es una gran herramienta para decir cosas que de otro modo no se podrían decir, por eso creo que humor es tan importante para el psicoanálisis. Creo que el humor es fundamental tanto para el que se acuesta en el diván como para el que se sienta en el sillón, tanto para el analizante como para el analista. Hay muchas cosas que el paciente las puede poner en palabras a través del humor, y a su vez el analista depende muchas veces del humor para poder hacer una intervención oportuna, que funcione, porque quizás sin ese elemento humorístico podría parecer violenta, inoportuna. Así que me parece que el psicoanálisis se sirve del humor, desde los dos lados del mostrador, para poner muchas veces cuestiones angustiantes y dolorosas en palabras.
En tu obra das a la relación analítica un lugar muy importante, esta hace muchas veces de marco a lo que narran los personajes. ¿Cómo surge para ti hacer del psicoanálisis ese marco?
A mí el psicoanálisis me interesa desde la adolescencia. Mi casa era una casa psicoanalizada, donde se hablaba con mucha naturalidad de la lectura entre líneas, del Edipo… y yo sentía que hablaban en otro idioma, que se hablaba un idioma que yo no dominaba, que yo no hablaba. Entonces, empiezo a interesarme en el psicoanálisis sobre todo por curiosidad, para entender ese lenguaje. Esa fue mi primera aproximación al psicoanálisis. De hecho para mí el psicoanálisis es algo revolucionario en la sociedad occidental. El pensamiento de Freud, y después el de Lacan, me parecen maravillosos.
¿En qué te parece revolucionario?
En darle a la palabra una dimensión completamente distinta, un valor distinto, un lugar superlativo que antes de Freud y de Lacan no se tenía en cuenta.
A mí siempre me interesó la palabra, esa es la arcilla con la que construyo todo lo que hago. Empecé a encontrar muchos puntos comunes entre el humor, la poesía y el psicoanálisis, y creo que tiene que ver con esta cualidad de servirse de la metáfora. En el psicoanálisis toda palabra es metáfora de algo, igual que en la poesía y en el humor. Un humor directo suele ser menos efectivo que un humor que contiene una asociación de ideas y que le da otro relieve al texto. Detrás de las palabras, para el humor, para la poesía, y para el psicoanálisis, se esconden otras palabras.
Freud decía que no sabemos por qué reímos…
Ahí están las resonancias. Eso funciona tanto en el arte como en el psicoanálisis. Si me apurás te digo que el psicoanálisis es artístico, que el psicoanalista es una suerte de artista. Yo voy con el mismo sueño relatado de la misma manera a dos psicoanalistas y uno me daría una interpretación y otro me daría otra. El psicoanálisis no es una ciencia exacta, por eso para mí hay algo de lo artístico en el psicoanalista para con esa arcilla poder hacer un análisis. De alguna manera están en juego las resonancias, y como en una pieza humorística, o en un poema, para cada uno eso va a tener resonancias distintas… a mí me dice algo y a vos te dice otra cosa…, y las dos interpretaciones son igualmente válidas.
Escuchándote da la sensación de que hubieras pasado por la experiencia de un análisis…
¡Sí! ¡Esa es la otra parte! Después de esta curiosidad inicial de mi adolescencia empecé un análisis durante años, y sigo haciéndolo. El único conocimiento que tengo del psicoanálisis es a través del diván, de mi propio análisis.
¡Es el verdadero! Luego viene el resto…
¡Eso dicen!
A partir del valor que dices tiene la palabra para ti, pensaba en el título de tu libro Tenemos que hablar…
¡Ahí está! Debajo de esa alfombra está lo no dicho, pero lo no dicho ocupa siempre un lugar, un espacio.
El amor ocupa un lugar fundamental en tu obra, y en el psicoanálisis, entre otras cosas, es el pilar en el que se puede sostener un análisis…
¡Y la vida! ¿Qué otra cosa nos sostiene sino el amor? El amor que es el deseo, no solo el amor de pareja, también el filial, el de la amistad,…
Junto al amor abordas la imposibilidad de armonía y de relación natural entre los sexos, cuestión fundamental en el psicoanálisis de orientación lacaniana: la imposibilidad y el amor.
Sí, el amor ideal es el amor de las ideas. Cuando se encuentran dos personas y empiezan a conversar ya la cosa se pone más difícil. Alguna vez hice alguna página que tenía que ver con eso, con un amor absolutamente idílico, de solamente mirarse, y de cómo se detenía el tiempo y todo era maravilloso y perfecto entre un hombre y una mujer, que se miraban a lo lejos en un bar, cruzaban los mozos por delante y ellos seguían sosteniéndose en la mirada… Iba describiendo poéticamente ese momento perfecto, ideal, y luego terminaba la página diciendo: “luego se sentaron a tomar un café, conversaron y empezaron a arruinarlo todo”.
Creo en esta idea lacaniana de que el amor es dar lo que no se tiene a quien no lo es… Es muy difícil, porque el nivel de exigencia de los dos lados y de lo que se espera del otro siempre va a ser insatisfecho, y encontrar ese equilibrio…
… desequilibrado…
Sí, entre lo que el otro te puede dar y lo que vos podés dar al otro, sabiendo que la completud, esa famosa cosa a la que uno aspira en vano, nunca se va a dar. Romeo y Julieta vivieron un amor perfecto e ideal porque no fue sometido al tiempo ni a la conversación, solo perteneció al mundo de las ideas…
… y estaba prohibido…
¡Y además estaba prohibido! Eso creo que lo terminaba de hacer perfecto. Dale a Romeo y Julieta dos o tres años de convivencia y hubiese sido… ¡un amor imperfecto! Con la posibilidad de encontrar ese equilibrio complicadísimo, difícil, pero seguro no iba a ser como lo conocimos, porque eso… ¡no existe!
En tus entrevistas de Tutelandia retornaba el título de tu novela como cuestiones fundamentales que elegiste para preguntarles a cada uno de los entrevistados: el amor, el ego, el paso del tiempo, dios… ¿por qué esos temas?
El amor, el paso del tiempo y la muerte son los tres grandes temas con los que uno tiene que lidiar. Digo más y mejor con mis dibujos sobre estas cosas.
¿Los dibujos serían una manera de lidiar con eso?
Absolutamente. Retomando lo que ustedes decían al comienzo que recomendaba Lacan, que los psicoanalistas le den bola a los artistas, para mí tiene que ver con eso, con un saber hacer con estas cuestiones. Sabés que te vas a morir, sabés que pasa el tiempo implacablemente, sabés que el amor ideal y perfecto no existe… Bueno, y entonces, qué hacemos… Responder con arte a estas cosas me parece una buena vía. Se trata de hacer con la angustia, con las dudas existenciales, hacer algo con eso y un hacer que creo está relacionado con el deseo, que se convierte en un motor, aunque sea distractivo. Sabemos que nos vamos a morir, pero qué hacemos con eso… nos sentamos y esperamos la muerte o hacemos algo…
o vivimos mientras tanto…
¡Exactamente! Me parece que las maniobras artísticas son maniobras distractivas… te sacan del pensamiento de que te podés morir en cualquier momento.
Una manera que tú has encontrado…
Se mueren los tuyos, la gente a la que quieres, y yo encuentro dos posibles respuestas a eso: una es sentarme y esperar, y la otra es hacer. Me siento más a gusto y entusiasmado haciendo.
En muchos de tus personajes está el que espera, el que posterga, el que llega tarde…
Sí, es algo que cala hondo en mí, pero con eso lo que hago es una pieza humorística, un poema, y así me mantengo en movimiento. No es una maniobra distractiva en tanto que se produce un efecto de negación, y entonces yo dibujaría flores, flores y más flores, no se trata de eso. Hablo del amor, hablo de la muerte, del paso del tiempo. No es que esquivo el bulto. Estos son mis temas, los que me incumben, los que me preocupan y me interesan, y con eso lo que hago es dibujar, escribir, etc.
Un modo de tratamiento que a la vez sostiene la vida…
¡Sí! La angustia no se puede evadir, es parte de la vida, la muerte es parte de la vida, el asunto es qué hacemos con eso.
Cómo hacer para que eso sirva…
Sí, para que eso sirva. Evitarlo no se puede evitar.
Freud hablaba también del goce del humor, la satisfacción que hay en juego para el que se ríe y para el que lo crea… ¿Dónde ubicarías tú la satisfacción en lo que haces?
Yo gozo con piezas ajenas, con lo mío la satisfacción está en el camino, en lo que voy produciendo. Después yo me río siendo lector o espectador, admirador de otros artistas. Hay distintos momentos de satisfacción. Pienso en Canciones dibujadas, para mí fue gozoso encontrar una nueva herramienta de expresión y sentirme un novato ahí… Jugar con esa arcilla y ver qué puede salir de todo eso fue muy divertido. No sin momentos angustiosos, porque te encuentras con el no saber, con que te faltan herramientas, pero vas y aprendes. En la parte creativa están los momentos de goce, y después, cuando los músicos ponían su voz a mis canciones sentí muchas veces que tocaba el cielo con las manos. ¡Ricardo Mollo cantando una canción mía! ¡Lisandro Aristimuño cantando una canción que le dediqué a mi viejo, que murió hace cinco años! Cuando salga el disco, y a la gente le empiecen a pasar cosas con esas canciones, creo que voy a encontrar nuevas satisfacciones.
Nombras a tu padre…, ¿cómo ha sido para ti, artista que se dedica a humor gráfico, el hecho de que Caloi haya sido tu padre?
Por un lado fue muy fácil, siendo muy chiquito no tenía ninguna duda de que yo quería ser dibujante, igual que mi papá. Aprendí muchísimo de él y de sus colegas, y terminé dedicándome al humor gráfico. Me encontré en la adolescencia con el desafío que me había autoimpuesto de hacer humor, y de saber si yo estaba capacitado para eso, y me encontré con la sorpresa de que ya sabía cómo se hacía, de que había aprendido mucho mirando. Toda esa parte fue muy fácil, pero después hubo otra parte conflictiva que era la de ver cómo hacía para ser yo, para no ser igual que él, y eso fue más complicado. Me encontré con que eso era un proceso que llevaba tiempo y que no podía acelerar, que iría encontrando mis propias cuestiones, mis propios intereses, que sería eso lo que me iría dando mi identidad, mi propio camino y mi propia forma de expresión.
Eso llevó tiempo pero llegó también. Hoy me dedico a lo mismo que mi viejo pero de una manera completamente distinta.
A tu manera…
A mi manera, con puntos comunes, pero desde hace unos años encontré mi propia manera de contar.
Autor
Juan Matías Loiseau, Tute. Artista. Dibujante, humorista gráfico. Publica el cuadro diario “Tutelandia” en el periódico La Nación y una página en La Nación Revista (Argentina). Algunos de sus libros: Tute (Sudamericana, 2007) – Tuterapia (Sudamericana, 2012) – Dios, el Hombre, el amor y dos o tres cosas más (Sudamericana, 2014) – Tenemos que hablar (Lumen, 2017). Compositor y dibujante de Canciones dibujadas (2017)
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Autores en este número
A MARTA DAVIDOVICH
¡Ya no te tengo miedo!
Marta Davidovich
DOSSIER
Ferocidades de las drogas.
Éric Laurent
a – dicciones.
Graciela Sobral
La caligrafía de kintsukuroi. Una lectura.
Paloma Blanco Díaz
Dora y el sinthome de otro cuerpo.
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Catherine Millet: escribir el goce sexual versión femenina.
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